—Cuando éramos jóvenes el tiempo
pasaba más rápido, lo pasábamos bien. A pesar de ello, hoy toca soplar las
velas una vez más. —Se lo comentaba a su peluche, un
elefante descolorido, por el que también habían pasado los años.
—¡Y pensar que hasta hace dos días
lo más bajo que podíamos caer era del tobogán! ̶ exclamó molesta—. Ahora
salir de casa es agotador y más por la pena con la que nos mira la gente.
—¡Vale ya, María! —se dijo a sí misma—. ¡Una
pierna rota no te impedirá volver al parque!
Sopló las diez velas, pero seguía enfadada.
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