sábado, 29 de septiembre de 2018

Microrrelato 8: Si de verdad me oyes

¿Me oyes?
Dime.
¿Me escuchas?
¿Qué quieres?
¿Me entiendes?
¿Qué te pasa?
¿Me respetas?
¿A qué viene esto?
¿Me quieres?
¿Qué decías?

lunes, 10 de septiembre de 2018

15 minutos de playa

Parecía una croqueta. La arena, fina y blanca, se había pegado a su piel haciendo de pan rallado. Pero tras unos días de piscina, no se podía decir que su piel se pareciese a la blanca bechamel de las croquetas de mi abuela, que suelen ser de jamón. Estaba muy morena, el contraste entre el relleno y el rebozo era tal que la arena se me antojo demasiado blanca.

Yo prefería sentarme a la sombra y mover la arena con los pies. Sentir su frescura y suavidad era agradable y me dedicaba a amontonarla para, más tarde, excavar con los talones. 

La brisa traía olor a mar y algas además de acercarme las voces de los niños jugando y los gritos de sus madres. A una docena de metros un pequeño camaleón (así le había llamado su madre) se había revolcado tanto por la arena que tumbado se camuflaba con el suelo como una croqueta sin freír en el plato del pan rallado o, por supuesto, un camaleón.


El graznido de las gaviotas surcaba el aire y el frisbee lo hacía, silencioso, más abajo. Alguien hablada de fútbol y otros hablaban portugués. 

Empecé a notar incómodo el granito rosa sobre el que estaba apoyada mientras veía a una chica plasmar el paisaje con sus acuarelas desde una roca igual. La incomodidad y el inusual calor me animaron a acercarme al agua. Dejando las huellas de mis excavaciones al lado de mi toalla, caminé hacia la helada masa azul y al notar las aguas frías del océano pronto dejé de sentir los pies.