sábado, 21 de mayo de 2016

Las estrellas de Mirta: capítulo 3

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Capítulo 3: La noche que la luna se zampó las estrellas.

Antes de todo, aclarar que no me comí las estrellas literalmente, pero Mirta así lo expresó.

Ese día había sido raro desde el principio, el sol no se fue hasta que me enfadé con él. Normalmente le tenía que avisar de que ya era la hora, a veces alzaba un poco la voz para que hiciera el cambio de turno.

Pero ese día me enfadé de verdad, ese día de verano, ese día a mediados de junio.

Recuerdo que últimamente tardaba más en irse, y me empecé a mosquear pues yo estaba menos tiempo en lo alto. Sol siempre me echaba en cara su constante forma, tan redondita siempre. Me decía que yo no hacía más que cambiar, y que a las personas no las gusta eso… y yo, pues, la acabé creyendo… Estaba triste, me sentía sola pues nadie era como yo, nadie me comprendía, y lo peor: nadie me quería escuchar.

Entonces pensando eso empecé a inflarme más de lo normal (o los días que estoy redonda), cosa que medió mucha vergüenza y me puse colorada. Odiaba que me pasara esto, y me puse a llorar.

Cuando me quise dar cuenta ya estaba en lo alto y Sol me había vuelto a dejar sola en medio de la noche. En ese momento, cuando estaba tan redonda y rosada; en ese momento la vi.

Era un gran pájaro blanco, que ascendía en la noche, resplandeciente.

Paré de llorar. Si soy algo aparte de vergonzosa, es cotilla. Me picaba la curiosidad sobre la naturaleza de ese ave blanca,, pero no tuve que hacer nada para averiguarlo pues él mismo se acercó a mi con cara de estar buscando algo. ¿A mi? Pronto descubrí que no.

¿Dónde están las estrellas? Dijo el pájaro, que resultó ser un espécimen hablador.

En ese instante fue cuando me percaté de su ausencia y de que esta noche, estaba sola de verdad.

No había respondido a mi visitante cuando por la causa dicha estallé en llanto, de nuevo. La cara del pájaro (que por cierto era muy rara para serlo) cambió al verme así:

¡No te preocupes!-Me dijo intentando consolar.-¡Yo no te echo la culpa aunque estés tan regordeta!- Y soltó una risa nerviosa.

Callé, la miré, y ante mi expresión el ave se adelantó a explicar:

¡Al principio pensé que te habías comido las estrellas, pero tan agujereada como estás, si hubiese sido así, lucirías como una bola de discoteca!- Y volvió a reir.


Ese pájaro me estaba empezando a caer bien.