Extraña es la sensación, la de saber que solo lo escuchas tú. Solo tú la sientes.
La
canción. La nostalgia al reconocer melodías dentro de la recopilación.
El
piano resuena a través de los cascos.
La
línea marca el paso del tiempo, el transcurso de la reproducción avanza, hacia
el final, ineludible.
Solo
lo oyes tú. Solo tú la sientes.
La
canción. La sensación de nostalgia que te embarga al reconocer las melodías de
las canciones que no mucho tiempo atrás te entendían, igual que tú a ella, en
tus peores momentos.
Y
también la sensación de alegría que te invade al recordar todo lo que viviste
mientras escuchabas esa canción, en otro momento, en otro lugar, en otra
situación totalmente diferente.
Pero
la misma sensación. El mismo sentimiento.
Sensación
que te hace dejar todo lo que estas haciendo. Cerrar lo ojos. Recordar. Y recordar
sin esfuerzo alguno, y con facilidad te vienen a la cabeza recuerdos.
Olas
de sensaciones que ya has vivido y quieres conservar por siempre.
Y
luego, cuando la canción llega a su fin y suenan las últimas notas. Esa
tentación de volver a dar a play y
que suene de nuevo. Pero no. Porque si lo hicieras, sabes que todo lo que has
sentido dejaría de ser único. Y eso es lo que lo hace especial.
Es
único.
Hasta
dentro de un tiempo. Cuando las notas vuelvan a invadirte, y la extraña
sensación se una de nuevo al bucle incontrolado que te vuelve a conquistar.
Hasta
dar a play.
Hasta
volver a dejarte llevar.
Recordar.
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