CAPÍTULO 2: LA REUNIÓN.
Como habréis observado gran parte de la infinita vida de los etéreos
había estado gobernada por la Ignorancia. Y aún sin saber de su propia
existencia, sin saber de la existencia de las demás razas, aún así, les
manejaban como marionetas. Su alcance era ilimitado y todos caían en sus redes
invisibles.
Tan invisibles como ellos mismos.
Y invisible fue también la llegada del primer gran fallo de los Etéreos,
ni ellos ni nadie lo vieron llegar:
Llegó el punto en el que los humanos dominaron a las demás razas guiados
por los etéreos (que ni se daban cuanta de lo que hacían).
Si os interesa, la catástrofe aniquiló una raza entera. Total, casi nada.
Y Nosué y todas las razas actuales solo han oído hablar de los duendes, en
cuentos infantiles y leyendas contadas por los más ancianos. Lo que no saben es
que en esos cuentos se cuentan las más grandes verdades.
Todo sobre la raza extinguida lo podrá encontrar en la biblioteca del
hogar de la sabiduría, si es que lo encuentras porque... hummm... digamos que
no es el secreto mejor guardado porque solo lo sabe un ente, la dueña de la
casa. La propia sabiduría en persona, o en etéreo si hablamos con propiedad.
Pero la historia de todos los que han salido en su búsqueda y no han
logrado hallar ni una sola pista, ni un resquicio en la barrera de la propia
ignorancia, esa; es otra historia.
Esta, en cambio, trata de la reunión de diciembre (en la cual los Etéreos
se reunían para impedir otra tragedia), todo lo que se decidió en ella pero no
se cumplió.
Este año la reunión cumplía cinco años a la vez que Nosué soplaba la vela
de los veinte. Quince habían tardado estos seres en conocerse a sí mismos,
quince fueron los años más normales un la vida de Nosué.
Cada uno con sus cosas, excepto la Duda que seguía en la puerta
dudando como entrar, la reunión se estaba llevando a cabo, y cada uno debía
pedir ayuda a su opuesto en el caso de que las cosas se le fuese de las
manos, que es lo que solía pasar demasiado a menudo.
Pero claro, digamos que por algo eran opuesto: no se llevaban demasiado
bien...
En este encuentro siempre se decía lo mismo. Y lo mismo pasaba siempre:
nadie lo cumplía. Digamos que los etéreos no son seres en los que se pueda
confiar.